El primer paso a dar es la limpieza de los azulejos uno a uno, para eliminar todo el polvo que puedan tener del proceso de fabricación y cocción. También es necesario comprobar el estado de los azulejos por si tienen desperfectos o fisuras que los harían inservibles para aplicarles el esmalte.
Luego se les aplica una capa de esmalte blanco a brocha ancha, que les da una superficie con una ligera textura muy agradable. A continuación hay que eliminar todos los restos de esmalte que puedan quedar tanto en los bordes como en la parte trasera de los azulejos, para evitar que se peguen durante el horneado. Ya están los azulejos listos para ser decorados.
Antes de colocarlos en el caballete para pintarlos, deben numerarse por detrás con el objeto de facilitar su montaje en la pared. Esto se hace imprescindible sobre todo para los murales de gran tamaño.
Cuando el motivo está terminado, pasan al horno en unas gacetas o casilleros hechos de material refractario y con el tamaño específico para los azulejos.
La cocción es un paso muy delicado y esencial para dar a los azulejos el acabado suave que les caracteriza. Durante las primeras cuatro horas de la cocción, la temperatura debe subir a un ritmo de unos 100 grados a la hora. Si se elevara la temperatura más rápido, la cerámica podría romperse o incluso explosionar. Una vez superados los 400 grados la temperatura puede aumentar más rápido hasta llegar a los 980 grados. Hay que mantener esta temperatura durante unos 20 o 30 minutos y ya se da por terminada la cocción. Ahora hay que esperar que el horno se enfríe de forma natural hasta alcanzar unos 100 grados, entonces se abre y ya se pueden sacar las piezas terminadas.
Texto explicativo dónde se explicarán los pasos necesarios para el montaje de un mural.
Primero es necesario realizar el dibujo sobre los azulejos de arcilla cocida utilizando un pincel muy fino para aplicar una mezcla de aceite y óxido de manganeso.
Cuando el dibujo está completo, se rellenan con esmaltes de diferentes colores los espacios entre las líneas. El resultado final una vez cocidos es una superficie esmaltada con pequeños relieves en los que no hay esmalte, sino una línea rehundida, normalmente negra.
Cuando el motivo está terminado, pasan al horno en unas gacetas o casilleros hechos de material refractario y con el tamaño específico para los azulejos.
La cocción es un paso muy delicado y esencial para dar a los azulejos el acabado suave que les caracteriza. Durante las primeras cuatro horas de la cocción, la temperatura debe subir a un ritmo de unos 100 grados a la hora. Si se elevara la temperatura más rápido, la cerámica podría romperse o incluso explosionar. Una vez superados los 400 grados la temperatura puede aumentar más rápido hasta llegar a los 980 grados. Hay que mantener esta temperatura durante unos 20 o 30 minutos y ya se da por terminada la cocción. Ahora hay que esperar que el horno se enfríe de forma natural hasta alcanzar unos 100 grados, entonces se abre y ya se pueden sacar las piezas terminadas.